Doña Rosa, buenos días, le digo mientras entro a su casa, esa construcción de bahareque que está rodeada de sembrados y ese verde intenso que caracteriza al Oriente antioqueño. Entonces con su voz suave y ese acento marcado en la “s” me dice, -Buenos días niña, venga siéntese por aquí y se toma una aguadepanela mientras empezamos a hacer ese postre del que usted me contó- y me entrega la aguadepanela que me tomo con cuidado para no irme a quemar.
Vea doña Rosa, el postre de café del que le hablé es muy fácil de hacer, lo que necesitamos es cuatro huevos, azúcar, leche, café y un poquito de brandy que yo traje para ponerle al final, présteme por favor una vasija para hacer una mezcla; entonces se inclina y toma una vasija roja donde comenzaremos con la receta; -mire- me dice y me da la vasija sin dejar de prestarme atención; bueno doña Rosa, lo primero que tenemos que hacer es separar las claras de las yemas de los huevos y batirlas con azúcar hasta que resulte una crema espumosa. Después calentamos un poquito de leche y le disolvemos café, de ese JuanValdéz como dice aquí en la receta y me mira fijamente algo confundida –Hay niña, de ese café no hay aquí, el café que aquí tomamos es de ese que me mandan acabado de recoger de allá de San Carlos, mi pueblo, entonces tocará dejar de hacer el postre, ese café es como caro, ¿verdad?...y hago silencio, la miro y le digo, no doña Rosa, podemos hacer el postre con el café que cultivan en su pueblo y que aun no se ha empacado.
Una sonrisa se le dibuja y responde –A bueno, voy a traer del que ya está molido, ¡si supiera como huele de rico!- y se va a traer el café mientras yo preparo lo que sigue.
Aquí esta, me dice cuando llega. Bueno señora ahora tenemos que mezclar el café y la leche con esa crema que hicimos con los huevos y el azúcar y revolverlo bien mientras está al fuego. Mientras mira lo que hago menciona, ay muchachita, me dejó pensando mucho eso del café que decía en la receta, es que nosotros no sabemos por qué en el televisor a cada rato aparece ese señor Juan dizque representando los campesinos de Colombia, si nosotros no tenemos esa ropa así toda impecable porque por aquí se trabaja mucho y muy duro y uno se ensucia, ¡no ve que a él lo muestran todo organizado, con una ropa lo más de bonita¡, entonces la escucho y sigo haciendo la mezcla, y sí, los campesinos de aquí no trabajan con poncho ni carriel porque para sembrar eso los incomoda.
Decidimos entonces seguir con la receta sin que todo eso deje de darme vueltas en la cabeza.
Lo último que tenemos que hacer es retirar eso del fogón y ponerle unas gotas de brandy para poder echarlo en una copa de cristal y meterlo en la nevera hasta que sea la hora de servir. -¿Así de fácil?, ¡ah yo pensaba que era más difícil!, me dice ella mientras pone las copas de cristal en la nevera.
Y así me da las gracias y me invita a quedarme para el almuerzo; acepto y compartimos juntos el sancocho de pollo, las risas, la arepa, la aguadepanela y ese postre hecho del café que aun no tiene marcas. Del café, puro café.
El camino de regreso ya con los campesinos ordeñando su ganado, y las personas regresando de sus trabajos se hace más corto, igual de bello. Comienza la zona urbana.
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