Jorge era un año mayor que yo, el tenia 8 y mucho más inteligente también, siempre buscando excusas para hacerme reír y para compartir hasta los detalles más mínimos conmigo; recuerdo que me causaba mucha risa cuando me quitaba todas esas cosas que usamos las niñas para parecer mujeres y se las ponía en su cuerpo, pintaba sus labios, peinaba su poco cabello y corría para que no lo alcanzara cuando me molestaba y necesitaba quitarle todo eso de encima; siempre con su uniforme impecable y su risa a veces insoportable. Amaba su familia, su hermano más grande siempre diciéndole como debía portarse, su papá haciendo cosas para divertirlo y su mamá siempre orando en la iglesia y pidiéndole a Dios muchas bendiciones para los dos.
Pero las bendiciones a él no alcanzaron a llegarle cuando una mañana comenzando vacaciones se fue sin despedirse.
Yo apenas empezaba a hacerme a la idea de tanto tiempo sin compartir juntos cuando esa mañana de sábado mi mamá recibió una llamada que la dejó algo pensativa y callada, yo solo veía que me miraba y hablaba con mis hermanas como en secreto, incluso pensaba que me preparaban una sorpresa y no querían que me enterara de nada.
Ella me hizo preguntas sobre Jorge, sobre cuanto lo quería, lo que haría él en vacaciones y todas esas cosas que ella ya sabía pero de las que parecía no estar segura. Luego me preguntó qué haría si Jorge estuviera enfermo y comenzó a contarme algo que hacía humedecer mis ojos; me dijo que su padre le había regalado una bicicleta y que muy temprano habían decidido salir a montar cerca al Aeropuerto; yo pensaba que todo estaba muy bien y que tal vez lo llamaría para decirle que montáramos juntos algún día en estas largas vacaciones…pero ahí no terminaba todo, mi mama siguió, me dijo con unas palabras muy precisas que en un momento en que Jorge estaba atrás de su papá y se había distraído un poco con algo que estaba en el suelo venia un camión muy grande con mucha velocidad y lo había atropellado; ella me aseguró que iba a estar bien y que quizá lo que tenia eran sólo algunas fracturas; pero todas esas promesas se convirtieron después en palabras muy duras disfrazadas un poco que no podía entender, mi mamá me decía que Jorge iría al cielo para cantarme y hacerme reír desde allá. Yo no comprendía nada, sólo sabía que en la escuela se hacia una ceremonia en su nombre y debía asistir...ya no habían risas ni bromas, él estaba ahí encerrado en esa pequeña caja de madera, inmóvil y completamente callado; ¡cuánto deseaba que fuera una de sus bromas y que se levantara para hacerme reír de nuevo!
Al regreso a clases su silla estaba vacía y para mí toda la escuela también, por mucho tiempo no existieron las bromas ni las risas; y yo aun sigo esperando sólo un día de esas vacaciones para montar con el bicicleta o terminar nuestros juegos.
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