Un día mis padres me dieron la gran noticia: "Nos vamos a vivir a otro lugar"; no podía creer lo que estaba escuchando, mi vida era ideal, yo no quería casa nueva, ni escuela nueva, ni amigos nuevos; quería quedarme, pero mis papas simplemente no lo entendían.
Los odie mucho, ellos no querían que yo fuera feliz, no pensaban en mí, no me parecía justo que tomaran esta decisión sin escuchar mis argumentos; la idea de llegar a un lugar que no conocía me aterrorizaba ¿Y si no consigo amiguitos? ¿Y si la escuela no me gusta? ¿Y si nadie quiere hablar conmigo?, mi cabeza daba vueltas y vueltas y después de mucho pensar e imaginarme todas las posibilidades existentes mis pensamientos terminaban en llanto. Por mi pequeño rostro corrían lagrimas de tristeza, de impotencia, de desesperación, quería fugarme de mi casa y darles una lección para que tomaran en cuenta mi opinión pero nunca tuve el valor de hacerlo.
Mientras el tiempo transcurría y se aproximaba la fecha de mi muerte social, de mi pérdida de identidad, mis miedos aumentaban pero mi deseo de experimentar un mundo nuevo era cada vez más evidente. Me interesé un poco más por el nuevo proyecto familiar y empecé a visitar con mis padres la que sería nuestra nueva casa; ahora no podía esperar a mudarme, aunque en el barrio habían pocos niños quería experimentar ya, conocer otras personas y aprender más de la vida.
Se llego el tan esperado día y nuevamente mi actitud y mis pensamientos habían cambiado; llore e hice millones de cosas para persuadir a mis padres pero ya no había marcha atrás; mi dolor aumentaba a medida que veía como todas nuestras cosas eran trasladadas a un carro y nuestra casa quedaba vacía y ahí estaba, el lugar donde crecí, el cofre de tantos recuerdos y aventuras estaba ahora vacío. Camino a nuestro nuevo hogar, me invadían nuevamente esa infinidad de interrogantes y pensaba que mi vida era demasiado dura y complicada.
Al llegar pensé que después de todo no era tan malo, el vecindario era agradable y la casa era mucho más grande que la anterior, días después ya tenía varios amigos; pero surgió un nuevo problema: la escuela. Los niños eran groseros y se apartaban de mí por ser "la nueva", poco a poco con la ayuda de la profesora dejé mi timidez a un lado y fue más fácil relacionarme con todos, por fin nuevamente había recuperado mi vida, mi identidad, lo que tiempo atrás había perdido con tanto dolor.
Un muy buen texto, ilustra de una forma muy especial los esenarios y las sensaciones vividas en esa situacion. Aunque a veces con algunas palabras deja ver ese adulto que censura el niño logra un buen lenguaje a traves de esos pensamientos que todos tuvimos alguna vez.
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