MIENTRAS LOS NIÑOS JUEGAN, LOS ADULTOS LLORAN

En mi infancia, todo son buenos recuerdos solo hubo un evento el cual cambio no sólo mi vida, si no también la de mi familia.
A las siete de la mañana, del 13 de diciembre de 1995, el bullicio en mi casa me despierta, las personas lloran, dicen cosas que no comprendo, la gente entra y sale, no advierto lo que sucede. Le pregunto a mi hermana sobre el final de la película que veíamos la noche anterior; me regañan por hacerlo, me cuestionan, me expresan que si no comprendo la gravedad del asunto, pero la verdad es que no; para mi todo es normal. Me explican que Rodrigo, mi hermano mayor, sufrió un accidente y esta muy grabe en el hospital, comprendo, pero no le doy mucha importancia. Los días siguientes son algo nublado para mí, me veo jugando todos los días en la calle con mis amigos como si nada pasara. Escucho gritos, mi familia, mi mamá, todos se lamentan, hablan del velorio, del entierro. No recuerdo como fue nada de las cosas anteriormente mencionadas; pero ese diciembre, se quedara grabado en mi mente para siempre. Cómo el día 16, a las siete de la noche en las casa vecinas se escuchaban los cánticos y las novenas de navidad, mientras en mi casa todos rezaban y pedían por el eterno descanso de mi hermano.
Ese 24 de diciembre todo fue diferente, el niño Dios llego y dejo sus regalos, pero nada era como antes, la alegría de los años anteriores no estaba, algo nos faltaba, Rodrigo no estaba y tampoco su júbilo. Al terminar el novenario, todos pensaban en qué vamos hacer el 31, si nos vamos para una finca, lo celebramos con el resto de la familia o si nos quedamos en casa. Los días pasaron y la decisión de mis padres fue quedarnos en casa; ese día, a las nueve de la noche ya todos estábamos dormidos; pero a las doce, el sonido de la pólvora y el gentío en la calle interrumpió nuestros sueños, todos se veían tan alegres, tan festivos; mientras nosotros veíamos por la ventana, esperando que nadie nos viera, temiendo que si lo hacían sentirían lastima de nosotros. Nadie supo que la familia Serna Gutiérrez, ese día estaba en su casa, todos suponían que estaban en una finca, nadie toco al puerta, y si lo hicieron jamás les abrieron; el teléfono tampoco sonó supongo que estaba desconectado. Lo importante es, que nosotros estábamos, en casa con nuestro dolor, sin amargarle el rato a nadie.
A pesar, del transcurrir de los años esos recuerdos vuelven a nuestra memoria, cada navidad, cada fin de año; esos días siempre están presentes, marcando nuestras vidas, impidiendo que disfrutemos de esas festividades como el resto del mundo, recordándonos que tuvimos un hermano, un hijo; quien estará presente en nuestras vidas de una u otra forma.

LEONARDO SERNA
COMUNICACIÓN SOCIAL-PERIODISMO
U DE A ORIENTE