Después de muchos tropiezos y peleas por ella, quise tratar de dejar todo atrás, ignorarla y sacarla de nuestras vidas… pero me estrellé en el intento y descubrí que en ocasiones es mejor no actuar como se debe.
Estábamos tranquilos y felices de encontrarnos, llevábamos días sin vernos y era realmente satisfactorio tenerlo a mi lado, cerca; teníamos pocas horas para compartir pero no importaba el tiempo, nuestro objetivo era cortar la distancia que tanto afectaba nuestra relación.
Sonó el teléfono y en ese preciso instante ella, ese fantasma, esa bruja de cuento de hadas se atravesó por mi mente; al principio pensé que estaba exagerando, que había permitido que mi tranquilidad y mi estabilidad dependieran de un tercero, pero a medida que el sonido del teléfono se hacía más insistente algo dentro de mí me decía que era ella. Antes de tomar la bocina respiré profundamente decidida a actuar con madurez y demostrarle que en realidad su existencia no me afectaba y que para mí era una persona más en este mundo.
Cuando tenía el teléfono en mi mano, mi cuerpo temblaba y todo a mi alrededor se congeló, no existía nadie más, no habían otros sonidos excepto el de mi corazón que palpitaba con tal fuerza que pensé que saldría de mi pecho; contesté con la voz temblorosa mientras ella preguntaba por él, yo estaba decidida a demostrarle a ella que no me importaba así que cumplí su deseo.
Nunca, nunca, nunca en mi vida voy a olvidar la expresión de su rostro cuando él se dio cuenta que era ella quien llamaba, en ese preciso instante me dí cuenta del error que había cometido ¿Por qué no le dije que no estaba? ¿Por qué le pase la llamada?, me hice millones de preguntas hasta que escuche que él empieza a contestar su interrogatorio justificando mi presencia en su casa.
Mientras él ignoraba mis señas para que colgara el teléfono, mi cuerpo temblaba con más fuerza en especial mis piernas, sentí que la habitación se encogía a mi alrededor y que era demasiado pequeña para mí, sentía que mi cara ardía y que ese calor infernal recorría e invadía todo mi cuerpo, por un momento me quede quieta sin pensar, ni hablar pero luego sentí que algo dentro de mí despertaba, subía por mi garganta y peleaba por salir. No podía creer lo que escuchaba, lo que él decía; la llamada duró varios minutos, pero para mí fueron largas horas y después de ver todo más claro, una rara tranquilidad me invadió pero desató una reacción aún más inesperada en mí. No me importó la gente, ni los vecinos, ni los amigos que vivían con él; grité, grité y grité, grité como nunca, le descargué un rosario de vulgaridades y era extraño porque a medida que lo trataba mal yo me sentía mucho mejor.
Un momento después todo empezó a nublarse y se tornaba cada vez más oscuro, era una oscuridad profunda, no veía mis manos, mi cuerpo, no lo veía a él, no veía nada…sólo sentía el temblor en mi cuerpo y esa llama que me quemaba por dentro, me sentía en el infierno; me asusté, traté de controlarme y luego de varios segundos veía todo con más claridad.
Le pedía explicaciones, mis palabras se ahogaban con mis lágrimas, mi voz se cortaba y en realidad quería que todo acabara. Me aleje de ese lugar sin conocer nada, camine, era muy tarde, sentía miedo, pero no importaba sólo quería alejarme. Camino a mi casa lloraba y luego me tranquilizaba, mi celular sonaba con insistencia y al ver que era él quien me llamaba mi llanto aparecía de inmediato, no podía creer que con sólo ver su nombre me descontrolara tanto; apague mi celular y llegue a mi casa con cara de ponque ya que no quería que se enteraran de lo sucedido.
Ese día me sentí en una montaña rusa tuve muchas sensaciones, en especial una que nunca creí sentir y que espero no volver a experimentar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Apórtele con su comentario a la formación profesional del autor en tono colaborativo, no de crítica moralista, censuradora o que descalifique su trabajo creativo.