Tengo cuatro años, y hoy es mi primer día en la guardería, mi mamá me está terminando de bañar, -tienes que ir muy bien organizada- me dice ella, mientras me pregunta si estoy contenta para empezar, yo lo pienso, pero no sé, de pronto sí, es que allá voy a estar igual que siempre con Silvia y Ángela . Y yo me pregunto por qué tengo que ir, sería mejor quedarme acá en mi casa viendo caricaturas o el chavo del ocho. Paso tanto rato bajo el agua, en la ducha, que salgo con las manos pálidas y los dedos arrugaditos como los de los viejitos, mientras se los muestro a mi mamá me rio de ellos, es que no parecen míos.
Mi mamá me ayuda a vestir, empieza poniéndome unos coloridos calzoncitos, luego una camiseta blanca y por último una sudadera amarilla, como un pollito, tiene unos parches en las rodillas en forma de círculo, del mismo color, en alto relieve. Mientras ella me peina como de costumbre, yo juego con estos parchecitos, y por estar tan entretenida, sólo al final del peinado, me doy cuenta de cual es, no me gusta, -mami por qué me haces esa sombrillita tan fea, no me gusta, quiero que me hagas una trenza- . Ella con un gran esfuerzo me hace una pequeña trenza en mi corto pelo.
Cuando ya por fin estamos listas, nos dirigimos al patio, Silvia y Ángela también lo están, nos damos los picos y los abrazos como es de costumbre, ellas son como mis hermanas, y hoy más que nunca me pregunto cuando el niño dios decidirá por fin darme un hermanito de regalo de navidad, pero sé que falta un buen tiempo para eso.
Las tres nos sentamos en el patio, y esperamos el desayuno mientras recibimos las suaves caricias de los tímidos rayitos de sol, comentamos lo que creemos que pasará hoy, en este día tan importante, en nuestro primer día fuera de la casa y lejos de nuestras familias. Pero somos sorprendidas por el flash de la cámara, mi tía nos está tomando fotos, las del recuerdo, las que algún día veremos evocando un pasado. Soltamos a reír y a posar, en realidad, estamos muy felices por empezar esta nueva etapa de nuestras vidas.
Entre carcajadas y murmullos terminamos de comer las frutas y el cereal, ya tenemos el cuaderno y los colores listos, y como olvidarlo, las prohibidas tijeras, para empezar nuestro primer día escolar.
Salimos de la casa, Silvia y Ángela del brazo de su madre, y yo de la mía, llegamos a la esquina y bajamos dos cuadras empinadas, mi emoción e intriga aumentan, por fin llegamos a una puerta grande metálica, y arriba, muy arriba de ella y de mi hay un letrero que aún no sé leer, pero que mi mamá me cuenta que dice Rayitos de Sol, así se llama nuestra guardería. Las tres entramos cogidas de las manos a este nuevo mundo desconocido para nosotras llenas de expectativas.
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