De repente el ambiente se colocó un poco tenso y las personas comenzaron a correr de un lado a otro poniéndose a la expectativa de lo que, en ese instante, pasaba y yo no entendía el porqué; todas las miradas estaban dirigidas hacia el punto donde me encontraba, y sólo así me pude dar cuenta del espeluznante suceso que ocurría casi a mis espaldas; en ese momento mi curiosa mirada se corría lentamente hacia el centro de la piscina espantándome cada vez más.
Sus cabellos esparcidos como las raíces de una flor de loto, sus manos y pies flotando suavemente y el color palidezco de su piel, que se adueñaban de gran parte de la piscina, anunciaban que aquella joven se hallaba sin vida, sumergida en un mundo oscuro y sombrío, quizás diferente a en el que momentos antes se encontraba.
Su padre acelerado la sacó del agua, mientras su madre en la orilla daba ligeros gritos de angustia, muchas de las personas trataron de animarla dándole respiración artificial, pero sus esfuerzos eran en vano, pues la niña ya había partido y aquel viaje no tenía marcha atrás.
Mi padre nos sacó a todos con un grito de sosiego y entendí que era la hora de partir a casa; de regreso no se escuchó palabra alguna, debido al trastorno que había causado a todos dicho suceso. Al llegar, entre a mi cuarto y traté de descansar, pero me resultó totalmente imposible debido a la impactante película que había quedado grabada en mi mente y que no podía borrar. Fueron muchos los días de pena, ya que no dejaba de ponerme en el lugar de sus familiares al lamentar la perdida de una irremplazable y querida persona que nunca más iba a regresar.
Por: Jazmín Mesa Martínez
Universidad de Antioquia- seccional Bajo Cauca- Comunicación social 2 semestre.
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