Lo que ocurre es que al salir del baño y mirar a mi derecha, veo un fondo negro que conozco pero que en esos instantes no sé qué es, porque no tengo conocimiento de qué esconde tras mi susto; quizás haya ¿unos temibles pasos atrevidos en mi casa, unas hojas sucumbiendo, unos animales moviéndose, o las malévolas babillas intentándose salir?
Cualquiera cosa puede ser aunque no lo pueda precisar, prefiero esperar ocultándome detrás de la puerta medio abierta: esperando no sé qué, tal vez por si algo, o en caso de alguien, que no me vea, y si ya me vio, hacerme la que no he sentido su presencia.
Mientras pasan los pocos pero larguísimos minutos intento imaginar qué puede ser, compensando a mi pensamiento de que no es nada malo, por tanto pienso en Dios. Entonces, siento que éste, peor aún, me traiciona, y ya no va a ser alguien sino “algo extraño”. No será por la derecha sino por la izquierda, o al frente, o al subir las escaleras. “Un alma en pena, Dios, ¿una revelación?”.Tengo miedo de ver algo que entre, o se asome por la otra puerta, o se refleje en la pantalla apagada del televisor, o baje por las escaleras y no pueda distinguir su tez solo hasta que esté en la luz cerca de mí y del baño que es lo único alumbrado.
A veces ocurre que me siento en la tasa, enciendo la tele y trato de ver lo que sea engañando a mi mente y borrándole sus locuras. En ocasiones sirve, otras no. Pues puede que siga escuchando algo “allá”. Recuerdo que miro con cautela hacia el rededor del baño y un poco afuera, pero sin girar la cabeza, me da terror encontrarme lo que no ansío. Meto mis dedos a la boca y jugando a probarme cuento algunos segundos para poder voltear, o imitando a la mujer que según la biblia se volvió sal, me prohíbo mirar.
Cuando pasa el tiempo, me da sueño y no escucho ahora nada raro, apago la luz del baño, pensando frecuentemente que “así no me verá”. Y subo velozmente sin hacer ruido por las escaleras de madera que casi siempre se contraen y producen cierto sonido sin haber presencia alguna de pisadas.
Pero finalmente cuando estoy en cama, cierro suavemente la puerta y como es natural, amanece y sé que no fue nada sino esas babillas que se viven queriendo salir de su corral en el patio.
“Si hubo alguien, al menos no me vio o creyó que no lo detecté, y eso me calma, es lo que me conviene o prefiero creer”.
me parece muy buena imaginacion, aunque es poco estraña
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