Viejo, mi querido abuelo

De piel oscura, como el chocolate, cabello grisáceo, debido a su vejez, altura promedio de un ser humano o al menos la de un colombiano, parecía gustarle el fútbol, pero recuerdo un día, en un partido que trasmitieron por tele, que éste no le causó ni la más mínima curiosidad, a los gritos de emoción les hacía mala cara, un día tambien nos prohibió jugar en el patio con el balón. Imponente, se mostraba en el sillón ubicado en el centro de la sala con su sabiduría de anciano, de patriarca de una gran familia, los años se reflejaban en su piel, como si cada arruga significara una experiencia de vida, con la palabra precisa asistía a quien se la acercara a pedir consejo, eran comunes los dichos o refranes para este tipo de casos, como el día me que me dijo: "cuando valla a conseguir novia mijito, que sea bonita, inteligente y con plata".
Nunca se rindió ante las dificultades, lucho para levantar una familia de 10 hijos y en sus últimos años con una enfermedad que nunca no le quitó su “verraquera”, por eso también odiaba a los flojos y holgazanes, siempre se dedicó al campo y a pesar de que vivía ya lejos de él nunca lo dejó, viajaba diario a su finca en una vereda del pueblo todas las mañanas, así se ganó el respeto de hijos y nietos dejándoles una figura a seguir, siempre se esmeró por mantener la familia unida, recuerdo una vez que nos reunió a todos, a pesar de los que vivían lejos, hizo que volviéramos a nuestra finca para tenernos como en épocas pasadas, ese fue el día mas feliz de su vida se le notaba como un niño cuando recibe su regalo en navida sus ojos manifestaban luminosidad y tenía una sonrisa respladeciente a pesar de que ya no tenía dientes, aunque con solo tener a uno de nosotros era suficiente para formar un ambiente de fiesta, le encantaban éstas visitas de sus hijos y nietos.
Su carácter fuerte y rudo, típico de un campesino, se manifestaba cuando estaba en desacuerdo con algo, aunque evitaba al máximo entrometerse en las cosas de los demás. Más de un regaño me gané por culpa de mi desobediencia, su mirada reflejaba autoridad y respeto, casi que con una de ellas mandaba y decía lo que había que hacer, mi abuela cuenta que nuca le desacató una orden por temor, siempre se mantenía bien vestido, excepto en el campo claro está, pantalones y camisas bien planchadas, zapatos lustrados y lo más significativo su ruana y sombrero que a todo lado lo acompañaba, una que otra vez se le escapaba una sonrisas, pero nunca fue grosero ni altanero con los que a su alrededor estábamos, respetaba cada espacio y lugar, trataba de entender el contexto en el que las cosas pasaban, aunque terco y llevado de su parecer, en ocasiones, como todo viejo. Viejo, mi querido abuelo.