Él se puso enfrente de nosotros con esa camisa a cuadros de mangas que cubrían cada una de sus manos hasta la muñeca, con su jean pintado de algunos tonos de azul y con esas botas que hacían parecer que no podía levantar los pies, con esos pequeños vidrios que cubrían sus ojos y esa estatura que le permitía estar un poco más cerca de las nubes que nosotros sus estudiantes de colegio.
Ese carácter que parecía romper con todo era sólo la apariencia que se dejaba ver entre esas palabras precisas, ese humor negro y esos comentarios que a veces no permitían contradicciones.
Pero cuando me acerqué, este hombre y yo nos atrevimos a dejar los números y la lógica de lado para que con ese conocimiento suyo que casi abarca los mares y que va mas allá de eso que estaba destinado a enseñarnos, nos conociéramos en la conciencia de despertar a todo lo que pasaba allá afuera.
Ricardo repasaba las letras escritas en el papel que ya no está blanco, las comprendía y nos las lanzaba para que tomáramos un poco de criterio y percibiéramos eso que a diario se nos presenta y dejamos que pase sin sorprendernos; los números le eran muy propios, pero ese pensamiento suyo que se deja ser tocado por el viento que va y viene, era lo que atrás de esa lógica y ese razonamiento permitía que permaneciéramos juntos ese tiempo que no se mide con cifras.
Entre guitarras eléctricas, baterías y todos esos instrumentos que dejan sonar las bandas de rock, universidad pública, letras que conforman líneas liricas, cintas que dejan ver realidades y permanecer en utopías, trabajos con la tierra, biología y muchas otras cosas, transcurría su vida en muchos lugares y durante muchos periodos de tiempo…en los Llanos, la capital colombiana y el Oriente antioqueño, ese lugar en el que nos topamos.
Ricardo conocía de compuestos químicos y formulas físicas, pero sabía más de la vida, esa que llevaba con una locura bella; sabía de los deseos por cambiar un poco el mundo, o quizá una que otra persona que pasaba por su camino; detrás de ese hombre que parecía impenetrable a primera vista, estaba ese joven que aun creía en causas verdaderas para revolucionar, ese joven que olvidaba algunas pequeñas cosas por su falta de memoria, pero nunca las esenciales que han construido su camino y parte de los rumbos de los que han permanecido a su lado.
Ese hombre no tomaba la pluma para plasmar sus pensamientos, pero se satisfacía en esos momentos en que pareciera que otro desconocido escribiera con su mano.
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