Esa mañana, al no querer despertar, y sentir el susurrar de las gotas cayendo sobre el techo de mi alcoba, y sintiendo un fuerte goteo junto a la ventana. Abro mis ojos y siento la frescura de su encantador ritmo.
Era un día en el que solo deseas estar arrunchado y comer dentro de tu cama, gozando de sus buenos chorros, sonidos y luces que entran a la habitación haciendo un flash, y dejando un incomodo dolor en mis tímpanos. Es un día relajante donde logras conciliar tu sueño por medio de este murmurar.
Veo sus partículas caer y disfruto cada instante contemplando su riguroso movimiento, veo como se deslizan por la ventana, como logra mover los arboles y como llegan a los alcantarillados.
Solo es suficiente envolverte en su retumbo, que como a un niño te engatusa hasta en su excitante balbucear.
Son unos lagrimeos que se tejen desde lo más alto, es de gran gusto sentir como coalicionan sus lagrimeos contra las calles.
Lo más bonito de la vida es gratis.
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