-Vea, enfrentarse a la sociedad es muy difícil y lo digo yo que ya me liberé hace rato, hace como seis años- me dice Richard mientras ÉL, ese otro hombre que nos acompaña escucha nuestra conversación. Y entonces la charla continúa: ser homosexual no es cualquier cosa en esta cultura tan religiosa y tan moralista que se vive aquí y entonces ahí es donde a uno le toca empezar a divertirse en sitios donde libremente vos podés besar a un hombre o salir a bailar con él, lo que no se hace en las discotecas hétero.
Richard frecuenta esos lugares llenos de luces de neón, de parejas del mismo sexo, de música crossover como dice y de muchos hombres lindos, lugares que los dos denominan “chochales” cuando comienzan a reírse y ÉL, ese hombre que aquí no se retrata con su nombre y que ha rumbeado en los mejores sitios de Bogotá y ha tenido como parejas a grandes empresarios colombianos permanece cauteloso mientras Richard sigue contándome un poco su vida.
–Es que en las grandes ciudades hay mas diversidad y más aceptación hacia nuestra condición sexual, en cambio en este municipio no hay lugares “cachés” donde uno pueda salir a rumbear- me dice mientras su sonrisa y su mirada hacen saber que recuerda alguno de esos lugares que menciona; y se escucha otra voz, -es que para que un gay de clase media baja pueda ir a esos sitios le basta con ser lindo, si es lindo ya tiene acceso fácil ahí, porque casi todos los hombres mayores que van allá quieren ese tipo de compañía a cambio de un trago, ropa, dinero o cosas así-, menciona ÉL con su voz un poco ronca.
Y entonces esa forma de divertirse se convierte para esa clase socioeconómica en una cuestión de belleza y un poco de suerte, esa suerte de encontrar a alguien que quiera invitarte a una copa a cambio de un poco de cariño y otras cosas.
ÉL, que se ha divertido en las mejores discotecas de las grandes ciudades y que se liberó hace poco, me cuenta que eso de confesar su situación sexual en la familia se le ha hecho complicado, -Yo he nacido en el seno de una familia cristiana y las relaciones sociales son muy importantes, entonces ¿cómo iban a salir con un hijo marica?…a mi me tocaba dejar esa condición sexual de lado por mucho tiempo y tratar de hacerme a la idea de que yo no era homosexual, pero un día en que mi mamá leía la biblia en su cuarto tomé el valor y le dije lo que pasaba, porque yo ya estaba cansado de presentar a mis parejas como simples amigos para que no dijeran nada; y es que yo siempre he sido gay, pero como digo, yo soy marica del culo y no de la cabeza.
Continúa así nuestra conversación cuando le pregunto por sus formas de divertirse, entonces me mira, mira a Richard y nos dice: -La verdad yo empecé a rumbear y a tomar cuando llegué aquí, pero cuando estaba en Bogotá mi forma de diversión era la ópera, la música, el cine, los buenos restaurantes y el teatro.
Y es que siempre se ha estigmatizado la diversión del homosexual como sexo desenfrenado, prostitución, rumbas, drogas y todo eso que podría hacer también una persona heterosexual, pero que a ellos por ser gay les relacionan con más facilidad.
Entonces es ahí, en ese escenario donde nos encontramos y detrás de ese telón el lugar donde estos dos hombres crean y hacen maravillas con sus cuerpos y sus voces actuadas, con un libreto aprendido y un papel que hacen propio, que hacen suyo y del que se convencen. Es en ese escenario en que se hacen papeles de personajes diversos donde estos dos hombres crean con sus sentidos y esa sensibilidad que los caracteriza; ese “sexto sentido” en los homosexuales como lo llamaría Richard, ese otro sentido que les permite una conexión con las creaciones artísticas y en este caso con el teatro. Porque como dice ese hombre del que no se dice el nombre, “loca que se respete asiste a teatro, a danza, a música o a cualquiera de esas manifestaciones artísticas” y así es, esa unión que se tiene de los homosexuales con lo artístico se hace clara con esa pasión con que hablan estos dos personajes sobre aquel oficio que los pone en un mismo escenario, en una misma obra o en un mismo nivel sin importar no tener el mismo dinero entre el bolsillo.
Termina nuestra conversación y comienza esa obra en que aquellos hombres juegan con sus cuerpos, con sus voces, se apropian de sus expresiones y se convencen de esos personajes que interpretan sin que se note esa diferencia que existe entre su condición de homosexuales. Se cierra de nuevo el telón y comienzan los aplausos, los aplausos de esas personas que quizá los juzgan y los señalan cuando van por las calles sin tener vestuario teatral ni maquillaje y son ellos.
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