Y la siento venir…si, es ella, ya no hay duda alguna. Tiqui, tiqui, tiqui… se escuchan caer sutilmente sobre las tejas de mi casa, la primera, la segunda, la tercera y la cuarta, unas tras otras, luego todo es música para mis oídos… cuando éstos al fin las escuchan, toca pues las puertas de mi cerebro el sueño, ya era hora que éste me atacara, se apoderara, que dejara sus maletas en la entrada y por fin viniera a mí.
Llega pues de nuevo ese olor… me huele a humedad, a una increíble fusión de tierra, agua y aire, dulce olor de tierra fresca que nos abraza tierna. El aleteo de una mariposa al otro lado del mundo…quizás Europa o la hermosa África se da a conocer…Percibo una fría brisa que recorre todo mi cuerpo y que es tan fresca y pura que duele al estar muy dentro.
De repente el día comienza a perder todo su brillo y color, todo se torna blanco y gris y empieza a desaparecer el marrón. Tiqui, tiqui, tiqui comienza a murmurarnos, suavemente caen como siempre, de arriba hacia abajo, y el pavimento pasa de seco a mojado, la gente acelera el paso al sentir el viento azotando, tiqui, tiqui, tiqui, se hace cada vez más fuerte y recuerdo en mi infancia el dormir a las nueve, cuando en la escuela me enseñaban, a imitar con las palmas, ese sonido tan magnífico que me arrullaba.
Tiqui, tiqui, tiqui, se hace cada vez más fuerte, y es motivo de felicidad para mucha gente, dos que se quedan mirando, mojados hasta los huesos, escuchando suspiros, anhelando un beso, calor humano se brindan, abrazos vienen y van y deseos esperando cumplirse y que no se dejan atrás; busos que se comparten, caricias que se dan, caminantes unidos por un paraguas que buscan tranquilidad.
Tiqui, tiqui, tiqui, ya es demasiado fuerte y recuerdo mi infancia de nuevo al tomar y comer pan y café caliente, preparado por mi madre y aniquilado por mis dientes, tiqui, tiqui, tiqui, personas que bailan y cantan al son de ésta y disfrutan de la melodía sin usar una sombrilla y los emos la aprovechan, caminando bajo ésta, sus lagrimas disimulan y el dolor ocultan, sueñan con tocarla, transformarse y derretirse con cada una de ellas.
Y al final cuando el tiqui, tiqui, tiqui se desvanece, hace magia con la ayuda del sol, al hacer aparecer un arco de colores que nos llena de emoción, y la inocencia de los niños la buscan para chapotear y así divertirse, divertirse sin parar.
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