“¡Jueputa somos ricos!” grita Perlaza eufóricamente mientras encuentra por accidente la caleta, que en vez de llevarlo a la gloria (como él pensó al principio) lo llevaría tras las rejas. Después de disfrutar por pocos días este dinero los “afortunados” soldados fueron capturados y ahí es donde para mí realmente se torna interesante la historia.
¿Qué haría si se encuentra una guaca en medio de la selva? ¿Y si no tiene dueño? ¿Y si usted sabe que con esa plata se paga y se hace la guerra? ¿Y si su familia es pobre y está pasando por necesidades? ¿La entrega?
Basada en un increíble hecho real, “SOÑAR NO CUESTA NADA” bajo la dirección de Rodrigo Triana y un gran elenco actoral, reconstruyen paso a paso la historia de los soldados pertenecientes a las compañías Buitre y Demoledor del Ejercito Nacional de Colombia que encuentran una caleta de 16.5 millones de dólares perteneciente a las FARC.
“¿Por qué nos van a encerrar si esa plata no es de nadie?” decían mientras eran interrogados, desilusionados al ver que su fortuna había sido tan fugaz. Ahora preguntémonos si estos hombres en realidad cometieron un delito al quedarse con esa “platica”, que al fin de cuentas “no era de nadie”. Bien se sabe que ese billete era producto de la corrupción, extorsión, narcotráfico, secuestro y otras actividades ilícitas realizadas por este grupo armado y que en muchas ocasiones el dinero que se incauta gracias a los operativos realizados por nuestros “héroes de la patria” desaparece por arte de magia.
¿Por qué condenar a estos personajes?, si por cosas del destino recibieron el pago por su sacrificio y entrega a la patria, por qué juzgarlos si al fin de cuentas otro va a quedarse con ese dinero; si me preguntan yo prefiero que sea alguien de botas gastadas y camuflado sucio quien se lleve este motín y no como siempre que sea delincuente de cuello blanco.
Y al fin de cuentas ¿Que pasaría con esa platica? ¿Quién la habrá disfrutado?
Lo bueno no dura y de eso dan fe los soldados de la “Destroyer”, quienes tuvieron un gran golpe de suerte amortiguado por la ambición y la falta de “malicia” o inteligencia como quieran llamarle; juzguen ustedes mismos.
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