Yo estaba allí, sentada en la mecedora que daba a la ventana, me encontraba tranquilamente observando lo que el pequeño espacio entre los vidrios me permitía, mi padre a mi lado en la otra silla, como esperando algo, luego llegó lo que posiblemente lo hacia mirar hacia todas partes (estaba nervioso o más bien preparado para cualquier cosa), era mi madre con dos maletas, no me atreví a preguntar nada, de hecho siempre e sido muy callada y en ocasiones como esa intento resolverlo sola en mi mente primero lo que no entienda, empezaron un sin número de interrogantes unos con sus posibles respuestas, otros no alcancé a comprenderlos nunca, fueron preguntas como: ¿Para donde vamos? ¿Iremos los tres?, luego reflexione “no estoy vestida como para salir de casa”, además no veía ni rastro de mis cosas y mamá siempre se encargaba de llevar muchas de ellas, hasta las innecesaria con el fin de cuidarme bien. Ella seguía saliendo de la última habitación y caminando hacia a mi, entonces me di cuenta de algo nuevo: lloraba, mi mamá lloraba y era un llanto inconsolable y me miraba de pies a cabeza sin cansarse. Por mi mente solo seguían fluyendo preguntas ¿Qué le pasa? ¿Irá para donde mi abuela? Y lo que más me sorprendía era su observación ¿Qué tanto me observa?, acaso no reconocía mi vestido, era el mismo azul con flores amarillas, mi favorito, además mi cabello estaba igual. Al mismo tiempo seguía mirándola extrañada, ni siquiera sus lagrimas me hacían reaccionar, solo observaba ese cuadro que contiene el Salmo 91 y como fondo un atardecer a ver si el sabía algo pero no me respondía nada, miraba las paredes, a mi padre, a mi mamá no me atreví a seguir mirándola porque me confundía más, y continué observando, en ese momento esperaba que hasta el techo o el piso lograran contestarme ¿Qué pasa con mi mamá?
Pasados unos minutos hizo que me parara para abrazarme fuerte y decirme que me portara muy bien, que no dejara de ser la buena niña que hasta ese momento había sido y rezara todas las noches porque ella lo haría por mi, también que empezara a defenderme solita porque ella, no se como pero sabia que a partir de ese día la incomodidad reinaría en mi vida, después de eso siguió abrazándome y besándome y por fin logré entender algo “se demora y me va a dejar con mi papá”, ¿Con mi papá? eso era como quedarme solita, porque el nunca había logrado siquiera peinarme bien. Entonces llegó el momento crucial: mi mamá abrió esa puerta gris y se fue, esa puerta que recuerdo como si la estuviera viendo en estos momentos y que cada vez que me concentro en el instante en el que se cerró ese día lloro.
Ella se fue no sabia porque pero así lo hizo, tal vez mi inocencia ayudó a que ni siquiera derramara una lagrima por unos minutos, pues simplemente seguí mirando por la ventana pero lo que ésta no logró es que la tranquilidad perdurara, porque a la pocas horas no hacia sino reclamar ¿Dónde está mi mamá? “yo quiero que me la traigan”. En esos momentos se sentía frio en mi casa, faltaban sus abrazos y los de mi padre parecían témpanos de hielo que en lugar de calmarme me alteraban más.
Recuerdo que me enfermé, tanto que hasta mi boca sufrió, pues en ella salieron llagas, pero esa y lo digo muy firmemente así muchos unan sus cejas o abran sus ojos para extrañarse “esa fue la mejor enfermedad de mi vida” puesto que llamaron a mi mamá para que me cuidara, la mujer por la que había llorado durante tantas horas en el transcurso de un largo mes gracias a su partida sin razón (creía yo), después de unos días lastimosamente me alivié y mi mamá se fue, hubiese preferido estar enferma el resto de esos dos años y medio para que no se alejara de mi nunca más.
Luego de la enfermedad quedé muy triste por mucho tiempo y así continuó esa parte mi vida que fue como un naufragio en el que mi tabla de salvación eran las llamadas y visitas de mamá.
Lo peor de todo es que solo cuando cumplí los seis logré asimilar que otra mujer estaba disimulando intentar reemplazar a mi madre y hasta hace pocos días terminé de entender parte de la historia, pero lo que no entiendo ni entenderé jamás es que dos profesionales hayan permitido que una niña de cuatro años se alejara de la mejor mamá del mundo: la mía.
Comunicación Social- Periodismo Nivel 2
UdeA seccional Bajo cauca
Sabes Vilma, Me gustó muchísimo tu texto, casi que lo sentí, la historia no me queda muy clara porque no la sé bien, independientemente de eso, creo que avanzaste mucho en la escritura y ahora si no puedo decirte que esperaba más de ti, porque creo que lo demostraste
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