AÑOS DE SOZOBRA

Hay experiencias de la niñez que le marcan la vida a uno para siempre, o por lo menos por unos buenos años, eso fue lo que me pasó y que les voy a contar a continuación:
Era un lugar tranquilo, que me traía la paz más hermosa del mundo, estaba ubicado al norte de la casa, era bastante sombreado, eso se debía a los grandes y frondosos árboles de mango que había, ubicándose de frente al norte a la izquierda estaba el que más recuerdo, el de corazón y a la derecha uno de piña. Entre ese lugar y la casa estaba el patio que era totalmente de arena, donde en invierno disfrutábamos cazando avispas que hacían sus casas en el suelo, enseguida estaban las casas que eran de palma amarga, una tenía tres habituaciones y en una de ellas había dos camas, la de mis padres y la mía donde dormía con un par de hermanos, en la otra casa se ubicaba la cocina, hacia el sur de las viviendas estaba el camino para ir donde la abuela materna, había que bajar una loma y cruzar un arroyuelo para llegar a ella.
Para mí y mis cuatro hermanos el sitio nos llenaba de tranquilidad, porque en él jugábamos todos los días y compartíamos ratos de esparcimiento inigualables; pero ésta fue interrumpida un día de verano.
Jugábamos como cualquiera de los días de esa estación del año en esa sombra acogedora, cuando de pronto, se escuchó un gran estruendo que venía hacia donde estábamos nosotros, era algo que yo nunca había escuchado, pero la sorpresa fue mayor que el estruendo, eran unos carabineros en sus caballos, pero yo no sabía quiénes eran, ni que estaban buscando, era algo nuevo y me aterrorizó, pero esto no me paralizó, sino que emprendí la huida a gran velocidad para la casa de mi abuela, porque mis padres no estaban en casa, bajé a gran velocidad, que comparada ella con la de un bólido de fórmula uno en una recta no me hubiera alcanzado. Llegué donde mi abue sin aire, sin poder hablar y con una palidez que ella también se asustó porque no sabía lo que me había causado ese estado de nervios.
La razón por la cual se encontraban por esos lugares (los policías), según ellos, buscaban a unos delincuentes que supuestamente se refugiaban en el sector.
Desde entonces cualquier ruido extraño me asustaba y la tranquilidad y paz que antes tenía no volvió, aunque mis padres me explicaban cual era la función que cumplían ellos, no podía superarlo, todo lo que se relacionaba con policías y militares me asustaba. Lo pude lograr siendo adulto, cuando comprendí el deber constitucional que ellos cumplen.

Rodrigo Pineda

Seccional Bajo Cauca