"uff ¡corrí!, pensé que llegaría tarde", dijo una tierna voz, mientras sonreía y saludaba a todo el mundo…
Era la navidad del 2005, un sol resplandeciente acompañaba aquella tarde del lunes 12 de diciembre, el reloj marcaba las 3 en punto y a esa hora hacía mi ingreso al Colegio María Auxiliadora de El Santuario, minutos más tarde me presentaba ante dos de las profesoras de la Institución, sería junto a ellas el coordinador de la Monaín (Movimiento Navideño Infantil) para ese año. Casi a la entrada del Centro Educativo, un grupo de niñas (bueno, niñas entre los 14 y 18 años más o menos) quienes serían las catequistas, conversaban y reían alegremente, las profesoras y yo nos acercamos, saludamos y una de ellas -de las profes- dijo: "esperemos un momentico más mientras llegan las otras compañeritas", poco a poco otras niñas se fueron sumando al grupo, de pronto aparece una que cautivó inmediatamente mi atención: llegó agitada, sonriendo, con una gran simpatía… creo que mis ojos brillaron, por un momento todo lo demás se desapareció como por arte de magia y mis pupilas se dedicaron a observar esa carita angelical y los ojos claros de aquella adolescente vestida de fucsia que no paraba de conversar con sus amigas.
Yo, mientras tanto, disimulaba mi interés en ella tratando de centrar mi atención en otras cosas o en otras personas, pero automáticamente, así como la fuerza de gravedad atrae las cosas hacia sí, mi vista se dirigía nuevamente hacia aquella persona que a pesar de estar poco tiempo presente allí, había desatado mi ansiedad; de un momento a otro, mientras jugaba con el teléfono público al cual estaba recostado, sentí la fuerza de su mirada y la intranquilidad que se apoderaba de mi cuerpo en aquel instante comenzó a aumentar al igual que el juego de mis manos con el teléfono, cruzaba mis pies de una manera y de otra, simulando que no me daba cuenta cuando por momentos ella me observaba, dirigía mi mirada hacia el suelo y luego hacia las paredes de aquel lugar desconocido para mí hasta entonces.
Lo que siguió después en hora y media más o menos que duró el encuentro de aquella tarde, fue mi desconcentración frente a lo que realmente debía centrar mi interés y más aún cuando escogí para sentarme una de las últimas sillas del lugar donde nos acomodaron para ver un video y donde sin planearlo quedé justo detrás de ella, ahí se hizo más evidente ante mi vista la ternura, la amabilidad, el carisma de aquella estudiante del Colegio, que sin pensarlo en ese momento, sería la persona que le daría un giro a mi vida de 36o grados a partir de esa fecha, una niña frente a la cual traté de mostrarme indiferente y como si para mí hubiese pasado desapercibida, sin embargo era todo lo contrario, para mi mente, para mis pensamientos, para mis ojos no lo fue así, me impactó como nunca nadie lo había ni lo ha hecho desde entonces, sin imaginarlo, Cupido estaba comenzando a tocar las puertas de mi corazón…
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