Muchas veces me he sentado a pensar en esos momentos, en la manera como reaccioné ante las diferentes circunstancias, en lo que pude haber hecho y no hice, en cómo si tan sólo hubiera pronunciado otras palabras las cosas podrían haber resultado diferentes, en lo que pudo haber sido y no fue; en fin… había pensado en muchas cosas, pero casi nunca me había detenido en profundizar acerca de las sensaciones que las diferentes situaciones han producido en mí. No obstante, hoy comenzó aquel viaje por el mundo de los recuerdos, con el único fin de escarbar las sensaciones que he experimentado.
El tren hace las respectivas paradas en las diferentes estaciones, cada una de las cuales evocan en mí infinidad de sentimientos y sin lugar a dudas tienen diversos aspectos que las hace únicas; el rosa y el azul son los colores que predominan en las estaciones, pero también algunas son de color morado, blanco, rojo, naranja, verde, entre otros, sin embargo, en medio del recorrido, una estación en particular logra llamar mi atención… sus paredes son de color gris y negro, fue difícil encontrar una estación donde predominaran tales colores y por esta razón decido bajarme en ésta, revisar e interrogar el por qué esa parafernalia, ese aspecto que no eran para nada agradables.
Al descender del tren, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, siento como los vellos de mis manos se erizan, algo en mi respiración pasa, comienzo a respirar un poco más rápido y de pronto siento un inmenso nudo en la garganta, sin prestar mucha atención comienzo entonces a recorrer el lugar y me dirijo hacia la puerta, pienso por un momento si es buena idea abrirla, pues muy en el fondo sé que lo que voy a encontrar al otro lado no es de mi total agrado, pero resuelvo hacer caso omiso a mis pensamientos y mirar a través de la mirilla, y pienso: ¿de qué recuerdo se tratará?
Observo una gran cantidad de gente reunida, pero no son personas ajenas a mí, pues la mayoría son parte de mi familia, lo que si me intriga, es la manera como están vestidos, por tanto que todos se encuentran de negro. No quise mirar más, el nudo en la garganta se hace cada vez más grande, el escalofrío de igual manera sigue aumentando, sin embargo algo dentro de mí me motiva a escuchar el tema de conversación y es en ese entonces cuando decido acercar mi oído derecho a la puerta, pero infortunadamente no se escucha bien, las personas sólo murmuran pequeñas cosas, pese a todo, si puedo escuchar perfectamente cómo se lamentan, sollozan, y lloran, estos sonidos una vez se escuchan no se borran de la mente, no se olvidan, y fue en ese preciso instante donde no pude retener ni por un segundo más mis lágrimas; y de manera casi inmediata comencé a sentir un olor desagradable, me olía a tierra, a lluvia, a tristeza, ¡a muerto!, y como si fuera poco muchas de las lágrimas que rodaban por mi rostro murieron en mi boca, jamás podré olvidar aquel sabor, eran lágrimas que reflejaban el dolor puro, que se componían de anhelos, de interrogantes que no cesaban ni por un momento de buscar alguna respuesta, pero lo más importante es que constan de heridas, verdaderas heridas del corazón.
Súbitamente, me veo en la necesidad de acabar ya con esta incertidumbre y decidirme a entrar a aquel lugar, y fue justo ahí cuando mis manos comienzan a temblar, pero eso no es ningún impedimento para lograr abrir la puerta, sin embargo, mayor es mi sorpresa cuando al atravesarla noto que me encuentro en el Cementerio, y mientras más avanzo todo lo que había venido sintiendo se hace cada vez más fuerte, y se le adicionan además, las ganas de salir corriendo de ese lugar, de gritar a los cuatro vientos mi dolor, mis manos sudaban, mis labios se resistían a hablar, a gritar, tenía la mirada perdida, no era capaz de mirar como en el centro se hallaba un ataúd que en contados instantes fueron introduciéndolo en la bóveda.
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