Cómo me gustaría que los órganos de mi cuerpo respondieran siempre de ésta manera ante la presencia de un reptil místico, de un animal con la sangre lo suficientemente fría para matar, para ser un gran depredador.
Una tarde mientras transitaba por un sendero algo solitario, rodeado por ambos lados de grandes árboles, tuve la oportunidad de observarla, mis ojos parecieron congelarse frente a su imagen, y me impedían parpadear, ella estaba quieta y percatada de mi presencia y como si me estuviera saludando sacó su pequeña lengua, sentía que se acercaba, pero mis pies se alejaron de mí y me dejaron allí, solo, frente aquella tonalidad de colores brillantes, mis hombros se estremecían más y más fuerte con el paso de los segundos, mis manos emanaban un sudor frió y se tensionaban con gran fuerza que hacía que temblaran, y al mismo tiempo mis dedos se arqueaban, sentía como mis rodillas intentaban rendirle tributo a aquel ser, cuya medida de longitud era de un metro y medio, aproximadamente, y su grosor de tres pulgadas.
Pasaban simplemente los segundos, pero para mi cabeza parecían una eternidad, mi estómago experimentaba la sensación de no haber comido en meses, de haber sido víctima de una masacre, de una hecatombe y por ende, lo sentía vacío y frío, mi respiración aumentaba y mi pecho se agitaba continuamente.
De repente sentí como si algo golpeara mi cabeza y me despertara de un sueño, y cuando volví la mirada hacia ella, se deslizó ligeramente por el medio de mis pies e inmediatamente yo hice lo mismo; logré aflojar mis piernas para correr de aquel lugar, pero entre más avanzaba por el camino, más sentía que el animal me seguía, y al mismo tiempo a mi garganta le era imposible dejar pasar la poca saliva que tuviese en el momento y parecía ahogarme con el aire que tenía dentro, puesto que me era casi imposible expulsarlo; su forma, sus ojos, su lengua, su olor y su frío seguían fijos en mi mente, recordar a la “reina” de la visión nocturna, tensionaba de nuevo mis hombros y manos, otorgándome más fuerza para correr, para huir, que es realmente lo que yo estaba haciendo, mi cabeza no me dejaba mirar hacia atrás y realmente no lo quería hacer, es más, no deseaba volver a pasar por ese sitio y menos sin compañía alguna. Me estremezco de sólo pensar en la posibilidad de encontrarme con una Cobra, una Pitón, o lo peor, una Anaconda.
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