Y su voz de hombre me hablaba, pero yo no escuchaba. Yo escuchaba el ruido, el silencio y
el murmullo. Pero no su voz. Y sus ojos grandes me miraban pero yo no veía. Yo veía lo blanco y lo negro, lo claro y lo oscuro y sin embargo estaba despierta, despierta sobre un césped que no era verde sino amarillo porque estaba seco, despierta con mis vellitos rozudos por el frío de la tarde, despierta con las manos cruzadas en mis rodillas mirando los cordones sucios de mis zapatos.
-Oiga, hágale pues.
- Espere, no entendí lo último, explíqueme otra vez porfa.
- ah no, vea es así, tiene que apretar duro porque sino no le suena
-así?
- No, esa no es la cuerda
Son las 6:00de la mañana, él prende la luz de mi cuarto, busca algo en mis cosas, se despide y se va. Otra vez se va. Cuando sean las 12:45 de la tarde estaré en la puerta esperando a que llegue para que juegue conmigo. No. Eso no sucederá. ¡Qué tonta soy! El ya ha crecido, el ya no va a jugar conmigo como lo hacía algunos años atrás donde las risas, los gritos y las peleas era el alimento de todos los días. Donde no bastaba con jugar a enterrar animales muertos, a vender libros y a armar la casa con las cobijas. Eso no era suficiente, necesitábamos sudar hasta el cansancio, necesitábamos rasparnos la rodilla y que saliera sangrecita para que papa o mama vinieran al auxilio, necesitábamos ponernos bravos porque el otro ganaba y no yo, necesitábamos poner mala cara cuando había que recoger el desorden de los juguetes, necesitábamos eso, el uno del otro. Él y yo.
El me ha contado tantas cosas pero solo puedo decir que lo conozco un poco. Los libros, los espaguetis y la guitarra. El cine, los perros y el futbol. Le gustan tantas cosas que apenas se que es lo que no le gusta. Y aunque Simón ha crecido, y ya no es mi hermanito de juegos, aun sigue siendo el hermanito de aventuras, el hermanito de secretos y de risas, el hermanito de triunfos, de tristezas y de lágrimas, el hermanito ejemplo, el hermanito que regaña, el hermanito que enseña y el hermanito amigo.
Ahora solo recuerdo a ese pequeño enano que nunca crecería, que nunca engordaría. Hoy son como las once de la noche, entro a su cuarto y distingo su silueta que yace sobre la cama, la ventana está abierta y solo la cierro un poco. Lo miro, pero no lo toco, no lo arropo. Solo lo miro. Lo miro escuchando su respiración lenta y pausada. Al menos se que mañana ira a mi cuarto para despedirse antes de marcharse al colegio, al menos se que mañana mama pegará el grito en el cielo porque volvió a dejar el desodorante destapado, la cama sin tender, la ropa amontonada, el zapato perdido, el mp4 prendido y la media sucia tirada, al menos se que mañana volverá a coger su guitarra tratándome de enseñar I fall down into you diciéndome que ese dedo no es en esa cuerda. Al menos se que mañana despertará y que sin decirme te quiero me dará dos golpecitos en el cachete en señal de: hermanita te adoro.
Se ríe y se enoja, se intimida y se sonroja. Yo también. Todo se ha terminado y mi texto se ha quedado corto, mis dedos se quedaron sin palabras para hablar del niño que me salvó la vida. Para hablar del hombre de ojos negros y piel trigueña que es más sabio que su hermana mayor. Para hablar de mi hermanito menor, para cantar junto a él.
Mi hermana mayor
Mi hermano menor
Somos hermanos Somos hermanos
Y nos queremos mucho…
Keren Flórez Ayala
UdeA Seccional Oriente
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