Miles de planes pasan por mi cabeza, todos hermosos y perfectos para la soleada tarde que se anunciaba desde temprano, es el día bello, el día que espero desde largas semanas atrás, un día que nada ni nadie puede arruinar. Las horas pasan y pasan y yo no encuentro otro pasatiempo que mirar el reloj, las nueve, las diez, las once, y por fin, el mediodía ha llegado y completamente preparado salgo de mi casa para cumplir a una cita que me colma de emoción.
Con media hora de anticipación llego al lugar que me pareció perfecto para el encuentro, espero felizmente pues el hecho de ver de nuevo a la persona añorada me hace sentir en esa condición, miro el reloj que avanza lentamente pero destruye minuto a minuto el que espero no sea un tiempo perdido.
La persona que deseo ver cruzando la esquina que tengo enfrente de mí no transita ni siquiera por las cuadras aledañas, la desesperación empieza a consumir mi alma; son tan solo cinco minutos de retraso pero tengo el presentimiento de que no llegará, puede ser mi paranoia pero algo muy dentro me dice que no lo es.
Después de dos horas de larga espera reacciono y me doy cuenta que no llegará, que me han plantado y que todas mis ilusiones han muerto. Sin explicación alguna un frio intenso empieza a recorrer mi cuerpo y se postra principalmente en mis brazos, siento que las fuerzas no me dan para levantar y mover mis manos que al mismo tiempo tiemblan como si estuviese asustado a la reacción de un reflejo repentino; me marcho inmediatamente de ese lugar caminando lentamente para no desfallecer, siento que mis rodillas no podrán con los pasos que debo dar desde aquél lugar que pasó de ser maravilloso a terrible y tenebroso, hasta mi hogar único sitio en el cual me puedo sentir seguro, donde nadie me hará daño y principalmente donde no seré más lastimado.
La mirada alegre y llena de vida que tuve durante la mañana se ha perdido y parece que no regresará jamás, los parpados me pesan y los ojos me humean sintiendo prácticamente que quiero llorar.
Una sensación profunda de sueño se postra en mi cabeza, mis oídos solo escuchan lo que desean escuchar, al igual que mis ojos, que solo ven lo que mi imaginación les ordena. Mis labios están resecos y los debo salivar para evitar esa horrible percepción en mi boca que no me dejara en paz hasta que valla a descansar.
Llego por fin a mi casa, mucha vergüenza con mis familiares me produjo está situación pues un alto grado de indiferencia les demostré, en realidad solo quería descansar, por ello de inmediato, al entrar en mi hogar me acosté en mi cama y dormí profundamente hasta el día siguiente…
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