En la inocencia de un niño, cualquier circunstancia puede ser definitiva para su sentir, su reaccionar y su vivir.
Entonces lo hice, me senté en completa soledad sobre aquel cojín rojo y viejo y después de sonar el primer acorde, mi alma, mi cuerpo y mi sentir fueron victimas de aquellos cuatro minutos de intenso delirio, para luego abrir los ojos y no olvidarlo jamás.
Repasé paso a paso aquel motivo por el cual mi vida cambió, letra por letra hasta concluir que hubiese sido peor si aquel día después de la escuela y en el mundo perdido de mi memoria, mi corazón no me hubiese impulsado a vivir aquella alegría tan inmediata pero que perdura hasta el día de los días.
A partir de aquel momento, los días no serían iguales, ahora los minutos eran más eternos y me parecía imposible salir de aquel salón de clase para repetir esa rutina que repetiría muchos años mas hasta hoy, y que no solo se trataba de un motivo sino de uno mas cada día, hasta agotarlos todos y volver a comenzar.
Siempre esperaba ese instante, siempre esperaba que todos salieran y en el inmenso tiempo de soledad y placer, disfrutar el momento en aquel pequeño espacio entre libros, música y el cojín rojo y viejo.
Ahora los colores vivían, ahora empezaba a comprender el sentido de mi existencia, ahora entendía el porque de la lluvia, del sol, el porque de la soledad y de su infinita compañía y sobretodo el porque las cosas cambian.
Ahora mi pensar no era igual, analizaba hasta el más insignificante de mis pensamientos, comencé entonces a ser quien soy ahora y por cada noche en aquel cuarto solo, se derramaban pensamientos apuñalando la almohada en busca de mi imposible lugar de reposo. Oh que hermosos momentos de verdad.
Dejaba que la música jugara conmigo y poder sacarle vida y placer a la tarde más lluviosa como a la noche más estrellada. Entonces en cada fragmento de tiempo que huía pensaba mejor el porque de las palabras y de los actos y me di cuenta que no estamos aquí por simple existencia, sino que hacemos de esta una ceremonia demasiado pura.
Y mi vida cambió, y no me arrepiento de eso, lo recuerdo con el mayor fervor y con infinita nostalgia como el momento en que comenzaron a versen los sonidos y a sonar los colores en mi vivir.
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