Y aquí estoy nuevamente frente a ese gigante; me siento ansiosa por escucharlo pero el temor a recordar lo que en ese entonces fue tan difícil de dejar atrás me distrae y pienso: “luego lo haré, tengo muchísimo tiempo para esto”.
A medida que el sol se oculta y la gente se refugia en sus hogares, la noche cae y trae consigo un silencio casi sepulcral, y entonces pienso que es el momento perfecto para el tan anhelado y temido reencuentro; al dar mis primeros pasos la ansiedad se apodera nuevamente de mi cuerpo, avanzo y las dudas me asaltan pero en realidad quiero hacerlo, así que camino lo más rápido que puedo esperando que la velocidad de mis pies no le den tiempo a mi mente para pensar y arrepentirse.
Llego, lo observo, lo admiro, tímidamente me acerco a él, él acaricia mis pies con sus suaves movimientos, es increíble que el solo hecho de estar allí parada observándolo, y sintiéndolo produzca en mí tantas emociones y sentimientos.
-Hola soy yo… he vuelto, ¿me recuerdas? (le hablo esperando una respuesta que mi inconciente dará por él).
-Sí te recuerdo, pero estás algo cambiada, hay algo distinto en ti.
Lo escucho y siento que el tiempo ha retrocedido, en mi mente se recrea nuevamente la escena de hace tres años; era mi primera noche en Cartagena, el dolor y el llanto eran desde hace tiempo los protagonistas de ese capítulo de mi vida, quería olvidarme de mis dificultades y sólo disfrutar, esa noche compartí con varias personas pero sólo deseaba estar sola y dejar todo a un lado.
Después de varios tragos salí a buscar refugio y allí estaba él, inmenso, tranquilo pero con una fuerza brutal, imponente, a veces era dócil y en ocasiones temías acercártele; me senté a su lado y después de un largo silencio empecé a contarle mi historia, mis problemas, me sentí ridícula y opte por alejarme “creo que de verdad estás loca, necesitas ayuda profesional” pensé.
Al día siguiente nuevamente al caer la noche, no tuve más opción que alejarme de la multitud y buscar tranquilidad en mi soledad; lo veo a lo lejos y sus sutiles movimientos me llevan a él como atraída por un imán.
Dejo que rose mis pies, dejo que sus musicales sonidos trasporten mi mente a un mundo en donde sólo existimos él y yo, lloro, me desahogo, quiero limpiar mi alma y él me ayuda. Después de varios minutos siento una tranquilidad inmensa, lo observo y él también está tranquilo, con mis ojos aún llenos de lágrimas me pongo de pie y camino hacia él, quiero ser parte de él, quiero que mi llanto sea lavado con sus suaves olas que se mueven de un lado a otro; me sumerjo completamente y percibo cómo mis lágrimas ahora forman parte del mar, ya no son parte de mí y me siento mucho mejor. Esas olas que lo forman y su hipnotizante movimiento se llevan los recuerdos y también el llanto…
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