Un tic tac que denota una muerte, una llegada, un final, una sola oportunidad, un tic tac que no es más que eso un tic tac…Una posibilidad a la que acudo cuando me conviene, una negativa que uso cuando sin quererlo se detiene, un sonido que en las noches me aturde y que en el día sin quiero también desaparece.
A veces quiero morirme en su interminable funcionalidad y a veces quiero vivir en su eterna constancia en su ir y venir de pájaros, de campanas, de golpes de suerte, de su delicada utilidad o de su infortuna sorpresa. En la aurora en muchas ocasiones quiero sentirlo, incorporarme en ese tic tac de nunca acabar, pero a veces en el ocaso quiero ensordecer el espacio, hacerlo invisible, inexistente para mi descanso, incontable para mi retardo, pero final para mi fracaso, inalcanzable para mi felicidad e intangible para mi inmortalidad.
Grandes, pequeños, livianos, de colores, acuáticos, digitales, rústicos, artesanales, de oro, de silicona, incorporados, evidentes, inoportunos, simbólicos, precisos, inertes, mecánicos decidiendo todo por mí, por mis momentos, por mis decisiones, quebrantando mi silencio, martirizándome con su melodía que no importa cuando ni a qué horas, nunca me resulta armoniosa. Una melodía sin notas que para mi corazón solo denota tristeza, para mi conciencia dolor y para mi cuerpo entero desesperación a tal punto de soñar un mundo sin el menor rastro de aquel instrumento tan mágico como para la sociedad es el reloj.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Apórtele con su comentario a la formación profesional del autor en tono colaborativo, no de crítica moralista, censuradora o que descalifique su trabajo creativo.