Una ciudad envenenada y poseída por la ira, en la que la infamia de Dios se hace presente, por lo que es mejor bendecir a Satanás; una ciudad en la que se mata porque el vecino no deja dormir y en el que ninguno es inocente, sino que por el contrario todos son culpables; en la que mediante un ritual se bendicen las balas y se encomienda a la Virgen o a San Judas Tadeo para asesinar, esta es la ciudad que nos muestra el filme de Barbett Schroeder, película que el periodista Germán Santamaría desde la revista Dinners pidió excluir y prohibir su exhibición[1], pero que al fin de cuentas muestra la otra cara de la ciudad de la cual todos nos sentimos orgullosos por El Metro, El Pueblito Paisa, sus mujeres, su clima, sus parques, sus equipos de fútbol y demás…
Es aquella Medellín que tantas cosas buenas nos ofrece pero que también tuvo, e incluso por estos días como lo evidencian los medios de comunicación, sus comunas comienzan nuevamente a reproducir esos momentos en los cuales sus calles eran el principal escenario de violencia, drogadicción, sicariato, marginación y miseria; en las que era constante ver un “muñeco” tirado en la calle a plena luz del día antecediendo o sucediendo a otros que también caerían o habían caído en su misma condición. Observando la película me preguntaba: ¿eh, si sería tan trágica aquella época en el que por el solo hecho de no dejar dormir, como el punkero, o porque le molestaba un comentario o desafío de otra persona, un sicario sacaba y disparaba su arma?, entonces vienen a mi mente las imágenes que hoy muestran los canales privados de televisión acerca de una madre o un padre que mató a su hijo recién nacido, un futbolista que mató a un hincha porque se burló de que hubiera perdido un campeonato, o la pelea a arma blanca de dos conductores o dos familiares a causa de una deuda de 5 o 10 mil pesos, entonces llego a la conclusión que efectivamente no exagera Schroeder al mostrar estas situaciones, si puede matar un papá a su hijo qué no podría hacer un sicario porque otro le dijera gonorrea o hijueputa.
Desde la crítica, este trabajo cinematográfico ha tenido muchos contradictores y para cualquiera de nosotros puede parecer exagerada, amarillezca y escandalosa por sus escenas y por la imagen de Ciudad que presenta, en la que “Fernando”, el gramático paisa y homosexual que vuelve a la ciudad encontrándola totalmente transformada, que entabla relación sentimental con dos sicarios (Alexis y Wilmar) y que a propósito hace unas reflexiones bastante interesantes, pero al mismo tiempo curiosas y chistosas, califica la injusticia social, la pobreza y el hambre como una infamia de Dios que “ya no se preocupa de esos temas”; se burla de la gloria de nuestros héroes que no es más que una” estatua que cagan las palomas” y que constantemente está manifestando su asco por la sociedad colombiana, como por ejemplo cuando dice que ir a Nueva York sería mala idea porque igual allí eso está lleno de colombianos.
[1] http://www.elcolombiano.com/proyectos/virgendelossicarios/analisis.htm
[2] Ibíd.
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