Los ruidos de una noche

No aguanto más ¡auxilio! Ábrame, ábrame…ella tarda unos minutos en abrir la puerta y en mis piernas hay aruñones de la bruja.
Miro el reloj doy vueltas y vueltas en la cama, el silbido de la brisa me hace acelerar el corazón, los aullidos de los perros me alteran los nervios y los grillos con sus chillidos me hacen acordar de las enormes serpientes, miro hacia la ventana por donde entra la luz de la luna y ese resplandor dibuja cosas extraña que me ponen los pelos de punta, miro hacia arriba y veo algo en la oscuridad que me va atrapar, al instante reacciono, rezo a Dios y encojo los pies y me defiendo con mi cobija que cubre todo mi cuerpo. Pero la curiosidad, el miedo de no ver que está pasando a mi alrededor me hace sacar la cabeza de mi refugio, a mi mente llegan las imágenes de los monstruos que jamás he visto ¡pero los veo! Siento que el ventilador produce sonidos desagradables desearía tener el suiche cerca para a pagarlo, los recuerdos de la muerte, del diablo, de las brujas que mi mente guarda de los cuentos y anécdotas que le escuchado a mis abuelos empiezan a surgir. De repente la brisa sopla más y más duro como queriéndome estremecer y el techo de mi habitación comienza a saltar como queriéndose ir, me imagino a una bruja arriba de mi azotea y en el momento no cuento con nada religioso, solamente mis dedos que hacen la horma de la cruz. De improviso ladro un perro y seguidamente los demás, en ese momento me imaginé que venía el “propio”, mi cuerpo se estremeció y de un salto me baje de la cama y salí corriendo de mi pieza con Dios en la boca grité no aguanto más ¡auxilio! Ábrame, ábrame toque la puerta de mi madre, ella tardó unos minutos en abrir, mientras que mi cuerpo empiezó a descansar pero en mis piernas hay aruñones de la bruja. En verdad fueron los muebles, la lavadora, la silla y no sé que más me llevé al momento de mi carrera.

Yasmani Cuadrado.