Esta realidad se evidencia en el filme basado en el libro del mismo nombre escrito por Jorge Franco, en el que se expone sin reservas el oscuro mundo que se intenta ocultar en Medellín y que todo el tiempo se hace pasar como inexistente ya en la ciudad, siendo una situación tan palpable hoy como lo fue hace veinte años. El director de esta película adaptó lo planteado por Franco para darle otra mirada a la urbe en 1989; aunque para comprenderla de una manera clara hay que conocer el libro, pues de lo contrario no se obtendrá una apreciación justa de esta, dadas las numerosas ocasiones en las que se presentan momentos que son explicados en el libro, mas no en la película.
“Estoy cansada parce” es una de las últimas expresiones que Rosario realiza en la película, dejando llenos de intriga a quienes la ven, ¿cansada de qué? es la cuestión que los inquieta ¿las drogas, las armas, el empleo de su cuerpo como objeto sexual…? En realidad, Rosario no es la única cansada de estas situaciones, ella es la vocera –en la película- de todas las personas que afligidas buscan una salida a sus problemas y a la sociedad en la que se ve inmersa la protagonista.
También se puede apreciar que lo que pareciera ser un asunto de calle en el que sólo se involucran las bajas clases sociales se torna como una situación generalizada, aunque los altos representantes de la sociedad no lo quieran admitir así; “dejémoslo, este no tiene nada que ver”, es la expresión de un policía cuando se da cuenta del estrato socioeconómico de uno de los involucrados en el asunto de la clandestinidad. Esta es una cuestión de todos, desde las más bajas clases hasta los altos estatus de la sociedad; en la película se mezclan y confunden las problemáticas a cada instante, sin hacer distinción alguna de la cantidad del dinero que los personajes tengan en los bolsillos.
Cuando se habla de la ciudad de Medellín, por lo general se nos viene a la cabeza ese sistema de transporte masivo que es ícono de toda Colombia, ese pueblo ubicado en la cima de un cerro que recrea la vida de nuestros antepasados en el cual se representa la cuna de nuestras tradiciones; nos llenamos de ego y el famosísimo “orgullo paisa” surge a flote.
Pero, ¿Qué sucede más allá de todas esas “maravillas” que se quieren mostrar en el exterior? ¿Acaso no existe una problemática social lo suficientemente complicada en la “ciudad de la eterna primavera” que nos avergüenza desde hace mucho? Tal vez ese orgullo paisa también lo haya tenido uno de los hombres más representativos de la tierra antioqueña ante el mundo: ese que marcó la historia patria con sangre, el mismo que se encargó de crear la imagen de narcotraficantes que muy difícilmente nos quitan a los colombianos en el exterior; el “orgullo paisa” no era precisamente el mismo hace unos veinte años, cuando la capital del Departamento se encontraba sumida en las drogas, la prostitución y el narcotráfico que construyeron la telaraña social que hasta el día de hoy se teje en Medellín.
Fernando López
Oriente
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