Durante la Revolución Mexicana existió un patrón que actualmente se repite en Colombia: hombre que llegaba al poder era hombre que traicionaba sus principios revolucionarios y se convertía en enemigo de sus aliados. En la película El Rey del director colombiano Antonio Dorado vemos claramente este tipo de comportamiento. Pedro Rey, protagonizado por Fernando Solórzano, es un hombre que vive en un barrio popular de la Cali de los 60’s donde tiene una taberna que, además, usa como bodega de los artículos que se roba su mejor amigo, El Pollo. Un día, a Pedro se le presenta la oportunidad de entrar en el negocio del narcotráfico, después de pensarlo un poco y buscar socios, accede y es aquí donde comienza el nudo de esta historia que refleja la realidad política de nuestro país.
Cuando Pedro incursiona en este negocio todo sale a pedir de boca, por consiguiente, su situación económica mejoró notablemente en muy poco tiempo y no tenía problema en repartir sus riquezas con sus vecinos, en especial con una familia desplazada, a la que adoptó y contrató para que trabajara en la planta de fabricación de cocaína. De esta misma forma los políticos colombianos se conduelen de los más pobres y les dan soluciones pasajeras a problemas permanentes solo para lograr su objetivo.
Luego de un tiempo, el negocio creció de forma tal que Pedro vivía lleno de lujos, pero también de preocupaciones y entre más riquezas acumulaba, mayor se volvía su ambición, y como dicen las abuelas “la ambición rompe el saco” y el saco que se le rompió a Pedro Rey no fue precisamente en el que guardaba su dinero, a este hombre se le rompió el principio de solidaridad que había mostrado anteriormente con la familia desplazada y el de fidelidad que había mostrado con su compañera. Después de conseguir el objetivo que desean, los mandatarios de este país, automáticamente, se olvidan de lo que eran antes de llegar a donde están, y peor aún, se olvidan de quiénes lo ayudaron a llegar a ese lugar alto.
El rey, como lo llaman en la película, llegó a desconfiar tanto de las personas que lo rodeaban que fue capaz de matar a su mejor amigo porque sospechaba que lo había traicionado, además de financiar la campaña de una política, con la que tuvo un romance estando casado, con dineros ilícitos. A Pedro se le retorció su cabeza tan drásticamente que después de habar tenido éxito con su producto de exportación, buscaba métodos para hacer rendir la materia prima y reducir costos de producción. Pedro, termina siendo asesinado cruelmente después de haber matado a su mejor amigo. Y de este mismo modo terminan los gobernantes de Colombia, traicionados por los de su mismo partido o saliendo por la puerta de atrás y con la reputación en el suelo, por los malos manejos que surgen de la mala administración, o si no, pregúntenle a Ernesto Samper.
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