Al entrar al cementerio el ambiente lúgubre y tenebroso circula entre los presentes y un extraño frio recorre los pasillos del lugar. La desesperación y el dolor son expresados allí, mientras introducen el féretro en la tumba, con más fuerza y exaltación, pues es el último adiós y la despedida final de aquel l que ha fallecido. El llanto es uno de los principales rasgos de este momento, ya que los familiares que más que se ven afectados pierden el control y pasan a un estado inconsolable donde no mantienen la calma y su dolor se refleja en el llanto excesivo.
En muchas ocasiones la despedida a la persona fallecida no es tan triste y conmovedora, pues para quienes fueron más populares en vida no es de extrañar que aquellos más allegados se despidan con música y licor como según ellos “él lo hubiese querido así”.
Por otra parte, para las personas que poseen más recursos económicos, los modos de despedir a sus difuntos están basados en otras manifestaciones culturales pero que analizando desde un punto de vista más detallado tienen mucha semejanza a las del resto de la comunidad del Oriente, en especial de aquellos que no provienen de pudientes familias o grandes emporios económicos.
Se acostumbra regalar flores en un entierro para demostrar la solidaridad y el apoyo hacia la familia que ha perdido a un ser querido. Una torta decorada con colores fúnebres, que habitualmente son el negro y el morado, es un regalo que se da con la misma intención a la familia doliente; un acto, adoptado de culturas extranjeras, que es para muchos un motivo de disgusto, pues piensan que es una pesada broma o que la persona encargada del detalle no se encuentra bien de estado psicológico.
El acompañamiento en la iglesia es de masiva asistencia y la ceremonia es oficiada por grandes sacerdotes y sus discursos ponen a reflexionar a los asistente sobre lo que en realidad son la vida y la muerte. Familiares, amigos, compañeros, conocidos, o personas que despedirse de la persona que de una u otro manera fue significativa para su vida.
El desfile por las calles del pueblo no es habitual entre esta clase de población, pues el viaje al cementerio, si es que lo desean enterrar, se convierte en un acto exclusivamente familiar donde la paz y la tranquilidad son más evidentes. En otros casos el cuerpo del difunto es llevado al lugar de crematorio, donde para aquellos que prefieren recibir a su familiar en un cofre con cenizas, esperan el acto de incineración en el recinto especializado para ello. Allí solo están presen te los familiares y los más allegados quienes sirven de consuelo para quienes que son propensos a perder el control. Luego de un tiempo de espera, el cuerpo es convertido en una bolsa con cenizas, que muchas personas arrojan en verdes prados, abundantes lagos, o incluso al extranjero, pues es tradición que el lugar que el difunto más disfrutó o más identificado estuviera con él sea el elegido para ello.
Otras personas deciden que el cuerpo de su allegado sea enterrado en un lugar diferente al municipio donde residió, pero esto son más decisiones personales que toma la familia, por lo tanto realizan los procedimientos necesarios para el traslado.
La muerte es un estado de la vida que generalmente nos asusta y de lo cual no preferimos hablar, sin embargo, por mucho que se evite en los temas cotidianos de nuestra conversación sabemos que algún día, pronto o no, nos va a tocar y es mejor estar preparados para no desperdiciar ningún día de nuestra existencia pues cada segundo es tan valioso como la vida entera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Apórtele con su comentario a la formación profesional del autor en tono colaborativo, no de crítica moralista, censuradora o que descalifique su trabajo creativo.