Ella sale con una toalla en su cabeza y otra cubriendo su cuerpo, sus pies están descalzos y los dirige con sigilo al armario, arranca de él una pequeñas prendas… su ropa interior, sus medias rasgadas y algo transparentes, un vestido negro muy corto por cierto, con un escote que resalta las sutiles pecas que adoran y adornan sus pechos y espalda, por último saca unos zapatos los cuales le dan firmeza, estilo y confianza en lo que es. Esos zapatos tocan el suelo y resuenan en el cielo.
Afortunado, dichoso, así se debe sentir aquel hombre que espera con ansias en un restaurante, en un club, bar, discoteca, en un auto, la llegada de su amor, de su razón de ser. Ella al parecer siente lo mismo por él, ya que cuida cada uno de los detalles de su presentación, para demostrarle lo importante que es él para ella.
De su mesa de noche, acoge un pequeño recipiente de vidrio en su mano derecha, la sustancia dentro de éste la pone en sus manos y antes de vestirse se acaricia cada esquina de su cuerpo, impregnándolo con esta fragancia, cuyo olor despierta una rosa marchita en medio de hoja de algún cuaderno viejo.
Después de cubrir unas pequeñas partes de su angelical estructura, se sienta frente a un espejo para maquillar su rostro. Después de tener el rostro limpio, por el baño, ella cubre la tez de éste con una crema hidratante luego pasa con sutileza a impregnarlo con base que a medida que la aplica con movimientos circulares realizados con las yemas de sus dedos, van desapareciendo esas chispas de chocolate que hay en sus pómulos.
Se levanta de la silla, da varias vueltas alrededor de su cama… es una cama donde su olor queda impregnado noche tras noche… cama que siente el dolor, el goce y arrepentimiento de acariciar esa diosa. Retoma asiento y dirige sus manos hacia la pestañina y delineador, los cuales aplica con delicadeza y paciencia, la primera con movimientos semiperpendiculares hacia arriba para que cada una de sus pestañas, tome forma, se alarguen y tomen volumen, después con el delineador resalta su mirada. Luego sus labios, reciben la caricia del labial, en esta ocasión de color rojo, para darle mas fuerza a sus besos los que en el transcurso de la noche perderán color al encender al hombre que la espera y cuando el color se disipe , su cabeza descansara y su mente soñará.
Se mira al espejo y admira su rostro, de uno de los cofres que tiene al lado saca un pequeño anillo y por último retoca sus pómulos con un poco de rubor, aunque si lo deseara le daría brillo a sus labios o resaltaría más sus ojos con algo de sombras, pero hoy la expresión en su rostro desea manifestar un poco de timidez… timidez por que hoy será la primera noche que pasará con él y quizá él, será la primera vez que lo hace con una mujer como ella. Está lista para salir.
Afuera el sonido parece difundirse y las luces encenderse para darle brillo, vida y confusión a las calles, pasillos, aceras y rincones de la ciudad de Medellín, la cual abandonará para dirigirse para algún municipio del oriente cercano en el departamento de Antioquia, para encontrarse son su “príncipe azul”… hombre para el que sólo eres un rostro maquillado, con tacones que salen en la noche con una mujer e ingresan en la madrugada con otra.
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