Hay ocasiones que en la vida se presenta la oportunidad de despedirse de buenos compañeros, amigos y cuando se hace no se puede dejar de sentir impotencia y un gran vacío cuando se ve aproximar la soledad.
Cuando cursaba sexto de bachillerato, conocí a mis 25 compañeros y nuestro grado fue en el 2006. Esas ocasiones se recuerdan con canciones como: adiós amigos, amigos de Los enanitos verdes…
Pero donde quedan entonces aquellas experiencias que nos vieron pasar de la niñez a la adolescencia, pues hay canciones o en mi caso una canción, que no faltaba ni cuando nos reuníamos a hacer trabajos, sobretodo en el 2004 cuando cursaba el grado noveno. Ya vamos llegando, me estoy acercando, no puedo evitar que los ojos se me agüen…
Es una salsa y que raro pensarán muchos, puesto que no es tan común que en el Bajo Cauca se escuche ese tipo de música, pero debido a la interculturalidad que existe en esta región, esas situaciones se evidencian.
Pensar en ese disco en estos momentos, trae a mi mente esos recuerdos que en aquel tiempo deseaba no pasaran nunca; como el paseo a la finca de Jaime, o el que hicimos a Coveñas y los sancochos que se volvieron costumbres después de alguna actividad relajadora.
Mi pueblo natal, esa canción que todos cantábamos, coreábamos, algunos medio la tatareaban y otros hasta la bailaban. Cada letra de ella remonta una cara de felicidad en ese tiempo y una de nostalgia hoy en día, ya que tanto la disfrutamos que cuando salió en versión vallenta, la alternábamos con la salsa y no faltaba entonces ese ¡hay ombe! De los muchachos y las risas de todos en aquellas celebraciones.
Hay discos que nos recuerdan nuestra infancia, otros que nos hacen reflexionar, querer, reír, en fin; la música recrea en nosotros infinidad de sentimientos, es como un lenguaje que nos permite interactuar hasta con personas desconocidas y el cual convertimos como propio, cuando nos identificamos con alguna canción. Con cada nota y son que escucho viajo hacia el pasado, emprendiendo este viaje cada vez que repito ese mismo disco y así los años siguen pasando, pero siempre se recreará en mí una sensación inmensa al recordar a aquellos buenos compañeros, amigos, que veo cada vez que voy de vacaciones a mi pueblo.
Cuando cursaba sexto de bachillerato, conocí a mis 25 compañeros y nuestro grado fue en el 2006. Esas ocasiones se recuerdan con canciones como: adiós amigos, amigos de Los enanitos verdes…
Pero donde quedan entonces aquellas experiencias que nos vieron pasar de la niñez a la adolescencia, pues hay canciones o en mi caso una canción, que no faltaba ni cuando nos reuníamos a hacer trabajos, sobretodo en el 2004 cuando cursaba el grado noveno. Ya vamos llegando, me estoy acercando, no puedo evitar que los ojos se me agüen…
Es una salsa y que raro pensarán muchos, puesto que no es tan común que en el Bajo Cauca se escuche ese tipo de música, pero debido a la interculturalidad que existe en esta región, esas situaciones se evidencian.
Pensar en ese disco en estos momentos, trae a mi mente esos recuerdos que en aquel tiempo deseaba no pasaran nunca; como el paseo a la finca de Jaime, o el que hicimos a Coveñas y los sancochos que se volvieron costumbres después de alguna actividad relajadora.
Mi pueblo natal, esa canción que todos cantábamos, coreábamos, algunos medio la tatareaban y otros hasta la bailaban. Cada letra de ella remonta una cara de felicidad en ese tiempo y una de nostalgia hoy en día, ya que tanto la disfrutamos que cuando salió en versión vallenta, la alternábamos con la salsa y no faltaba entonces ese ¡hay ombe! De los muchachos y las risas de todos en aquellas celebraciones.
Hay discos que nos recuerdan nuestra infancia, otros que nos hacen reflexionar, querer, reír, en fin; la música recrea en nosotros infinidad de sentimientos, es como un lenguaje que nos permite interactuar hasta con personas desconocidas y el cual convertimos como propio, cuando nos identificamos con alguna canción. Con cada nota y son que escucho viajo hacia el pasado, emprendiendo este viaje cada vez que repito ese mismo disco y así los años siguen pasando, pero siempre se recreará en mí una sensación inmensa al recordar a aquellos buenos compañeros, amigos, que veo cada vez que voy de vacaciones a mi pueblo.
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