AROMA DE CAFÉ.

Uno, dos, tres… Se sienten pasos por los pasillos de aquel sitio, el silencio es dominante, pero el sonido de sus tacones al contacto con el suelo rompe toda la claridad del ambiente; está tarde y la noche oscurece prácticamente todo el lugar, sin embargo, las pequeñas luces artificiales del entorno permiten percatarme de la dulzura de su rostro.

Usa zapatos altos para no demostrar que su estatura no es muy prolongada, y su caminar conserva la rigidez de una varilla metálica que mantiene siempre y en todo momento. Aunque no es una mujer muy joven su forma de vestir manifiesta otra cosa, la elegancia y la sobriedad predominan en sus ropajes y los accesorios que utiliza son casuales pero de finos detalles.

Su pelo, entre tonalidades de rojos y negros, cubre sus orejas y parte de su frente, no es muy largo pero si muy abundante, y con solo mirarlo me percato de que son muchos los cuidados que tiene sobre él.

Pasa por mi lado y muy jovialmente me saluda pues hace ya un buen tiempo que no me veía, rápidamente percibo un aroma muy agradable que viene de su parte, es una esencia floral que le da un toque más de elegancia a su presencia, me invita a tomarnos un café y yo felizmente acepté, pues también me alegro de verla de nuevo.

Nos sentamos e inmediatamente me parece muy graciosa la forma en la que ella lo hiso, pues al igual que en su caminar su espalda permanece recta incluso sin tener un espaldar. Yo ordeno un café y ella un exprés, yo siendo un poco dulce tomé dos cucharas de azúcar y ella no tomó ninguna, pues cuida su figura para verse siempre bien; es evidente que hace deporte pues su figura es moldeada y sus piernas y caderas son bien contorneadas. Sus labios son gruesos y la forma en la que toma su bebida los exalta mucho más.

Conversamos de muchos temas, pues es una persona muy agradable con la cual se puede charlar, es inteligente y su grado de conocimientos es muy alto ya que varios estudios universitarios han pasado por su historia.

Sus pechos, a pesar de la edad se mantienen firmes como si aún tuviese veinte años, su pulida figura y su dulce rostro, compuesto por dos grandes ojos color miel, una nariz respingada pero nunca empinada, sus labios rojos y gruesamente voluptuosos y sus orejas perfectamente moldeadas, son la sensación entre todos aquellos que tiene la posibilidad de compartir con ella, es el deseo de hombres de todas las edades y la envidia de aquellas que la ven como una rival.

Su aroma que era similar a las flores de un jardín, ha dejado de ser, ahora un impregnable olor a café se ha postrado sobre ella y al parecer no la abandonará. Yo mientras tanto continúo escuchando la motivadora conversación que sale de sus labios y disfruto minuto a minuto ese bonito momento de amistad.

Por otro lado, mi inconsciente en su complejidad disfruta y admira a la mujer con aroma de café…

César Valencia Valencia

Seccional Oriente